Una clase de solitarios, llamado Estilita, que en los primeros tiempos cristianos, retirado del mundo para el desierto sirio y encaramadas sobre pilares, solía pasar días y noches en ayuno y oración, en la creencia frenética que por mortificación de sus cuerpos aseguraría la salvación de sus almas; su fundador fue Simon, apellidado Estilita; la práctica, nunca se permitió en el oeste, continuó hasta el siglo XII.